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sábado, 30 de junio de 2012

Dios Trabaja Silenciosamente,

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EL CAMINO HACIA DIOS


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"El objetivo de nuestra vida de oración es vaciarnos de nosotros mismos y dejarnos llenar por la Trinidad."


Lo primero que hizo Jesús al hacerse hombre fue vaciarse 
de sí mismo. 
"El cual, siendo de condición divina, no se aferró a su igualdad a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo.
Asumiendo semejanza humana y apareciendo en su porte como hombre se rebajó a sí mismo" (Fil 2, 6-7).

Nuestra misión en la vida, entonces, es cooperar con la gracia de Dios y despojarnos de nosotros mismos para que nos pueda colmar la Trinidad.

No se trata de desentenderse de las responsabilidades propias, sino de hacernos capaces de amar tanto a Dios como a los demás con un amor puro.
No se trata de escapar del mundo para estar solos, sino para estar con Dios.
 Se trata de hacer penitencia, no para borrar nuestras culpas, sino porque la penitencia borra las huellas del pecado.

Debemos vaciarnos de nosotros mismos no para lograr ser dueños de nosotros mismos, sino para estar llenos de Dios; para transformarnos en Jesús.

No existe un método específico para negarse uno a sí mismo. 
Cada uno de nosotros tiene virtudes y defectos peculiares que convierten en algo único el proceso de transformarnos en alguien semejante a Jesús. 

Debemos poner nuestra mirada en Jesús, leer su Palabra en la Escritura y pedir al Espíritu Santo que ilumine nuestras mentes de la forma más adecuada para poder alcanzar la meta que Él nos ha trazado.

Quizás el secreto de la oración y de la santidad de vida esté envuelto en la petición divina de escuchar- escuchar Su presencia silenciosa- esa presencia que penetra nuestro ser y nos conserva la existencia; 
Esa presencia que llena las almas de amor y serenidad; esa presencia que nos fortalece   cuando nos sentimos débiles.

Hemos olvidado cómo detenernos: nos come el deseo de estar en marcha.
Hemos olvidado cómo quedarnos quietos: nos come el deseo de estar en movimiento.
Hemos olvidado cómo escuchar: nos come el deseo de ser escuchados.
No importa dónde o con quién estemos, podemos siempre decir como Jacob: 

"Verdaderamente está Yahvé en este lugar y yo no lo sabía" 
(Gn 28,16).

 Él no está tan lejos de nosotros como pensamos, pues siempre caminamos en Su presencia; Él vive por la gracia en el centro de nuestras almas.

Percibimos el silencio de Su presencia en la quietud de la noche, en la oscuridad de nuestras almas y en los corazones de nuestros prójimos.

Oímos el sonido de Su voz en las inaudibles palabras que nos gritan Su presencia desde las flores y los árboles.

Su presencia silenciosa clama a nosotros cuando lo vemos sufrir en el solitario y el abandonado.
Su presencia silenciosa nos pide compasión en el abatido y el herido.
 Su presencia, que nos rodea como un sonido profundo, entibia nuestras almas frías con una calma silenciosa, tranquilizante y reconfortante.

Nos aconseja que nos detengamos y entendamos Su amor porque, éste, al igual que Su presencia, también es tranquilo y lo consume todo.
Su presencia silenciosa, como una venda empapada en aceite, sana las heridas del pecado.

Nuestras almas, como si fueran esponjas secas, buscan el agua de la vida eterna, para saciarse de Su presencia silenciosa.

Nosotros podemos alejarnos de Él, pero Él nunca se aleja de nosotros.

Si deseamos vivir como cristianos debemos estar conscientes uno del otro, y presentes ante el otro, porque si se desvanece el sentido de la presencia, uno de los dos se queda solo.

Cuando los amigos dejan de estar conscientes uno del otro se convierten en desconocidos. Y con Dios pasa lo mismo. Él está ante la puerta de nuestro corazón y quiere que le abramos para poder habitar ahí y reinar como Rey.

Sin ser posesivo, desea poseernos. Desea nuestro corazón para llenarlo con amor y para que nosotros podamos amar más a los demás. Desea nuestros pensamientos para elevarlos hasta lo más alto. 
Desea todo nuestro ser para elevarlo a la altura de Su naturaleza. Desea sentirse en casa en los rincones de nuestra alma; un Amigo que siempre está ahí, listo para consolarnos, amarnos y hacernos felices.

Estamos envueltos por palabras y rodeados de ruido; desde el fondo de nuestro corazón suplicamos silencio- no el silencio mortal del vacío ni el silencio que nace de la ausencia de ruido- sino el silencio profundo, el silencio que pronuncia palabras inaudibles y vibra con sonidos de quietud.

Necesitamos el silencio que nos pone cara a cara frente a Dios en un acto de fe y amor. Es necesario cerrar los ojos y darnos cuenta que la oscuridad que percibimos no es una ausencia sino una presencia- una presencia escondida en lo más profundo de nuestras almas-, una presencia tan cercana a nosotros que todo parece oscuridad.

Dios es un espíritu y conversa con nosotros en un ambiente de silencio porque nuestras almas son incapaces de escuchar Su voz cuando están saturadas de ruido y confusión.

Nadie puede ver a Dios en esta vida y seguir vivo; Su gloria aniquilaría nuestra débil, miserable naturaleza humana. La segunda Persona de la Santísima Trinidad hubo de despojarse de Su gloria y hacerse uno de nosotros para que nosotros pudiéramos ver a Dios en esta vida.

Él ya ha derrotado la muerte y retornado a Su gloria, y nosotros vivimos en Su Espíritu y debemos conversar con Él "en espíritu y en verdad" (Jn 4, 23).

La belleza de Su naturaleza es como el fleco de la orilla de Su manto; las montañas son como borlas esparcidas aquí y allá cuando Su presencia pasó a un lado durante la creación.

El mismo Jesús pasó horas comunicándose con Su Padre en la quietud de la noche y al alba. Esas son quizás las horas más refrescantes y benéficas del día para percatarse la presencia silenciosa de Dios en nosotros y alrededor de nosotros.

Frecuentemente no somos conscientes de esa presencia porque no ponemos atención a ella.

  Hay ocasiones en que debemos redoblar nuestro sentido del oído, para escuchar a Dios, lo cual hacemos cuando hacemos un esfuerzo para ser concientes del silencio que está dentro de nosotros y a nuestro alrededor. Es así como tocamos la esencia de Dios, presente en todas partes. Donde Él no está, solamente está la nada. San Pablo nos dice que 
"en Él vivimos, nos movemos y somos" 
(Hechos 17,28).

 Él vive en nosotros a través de la gracia, y nosotros también vivimos en Él a través de Su esencia, porque Su omnipotencia nos conserva a nosotros y a todo lo demás en la existencia.

Nuestro mismo ser es levantado por Él, y ello debería hacernos concientes de esa fuerza silenciosa que nos sostiene, nos reconstruye, nos moldea y desea transformarnos en Jesús. 

Debemos quedarnos quietos y permitir que Su presencia penetre nuestro ser a base de entregarle nuestra voluntad, la totalidad de nosotros mismos.

En la conciencia del silencio, debemos elevar nuestras mentes a la Trinidad que vive en nuestras almas.

Escuchamos la presencia silenciosa del Padre y decimos: "Señor, Padre, engendra a Jesús en mí"
Escuchamos la presencia silenciosa de la Palabra Eterna y decimos: "Señor Jesús, da fruto en mí".
Escuchamos la presencia silenciosa del Espíritu Eterno y decimos: "Señor Espíritu, transfórmame en Jesús".

El relato de la creación en el Génesis es un hermoso ejemplo de su presencia silenciosa y de sus modos secretos.
Cuando el hombre inventa o produce algo valioso, se escriben muchos libros al respecto. 

Mas el escritor sagrado, inspirado por el Espíritu, que revoloteaba sobre las aguas, simple y sencillamente afirma la totalidad de la creación en menos de dos páginas.

Algunas personas gustan de imaginar la creación del universo como una explosión caótica, y sin embargo, nuestra experiencia cotidiana de la continua creación de Dios nos enseña todo lo contrario.

Vivimos en la era atómica, pero pocas veces pensamos en la tremenda energía y actividad desplegada por esas partículas invisibles llamadas átomos. Cada átomo es un sistema solar en miniatura, alrededor del cual electrones y protones giran millones de veces por segundo, y sin embargo, todo pasa en absoluto silencio. En silencio y en total invisibilidad.

Somos testigos cada primavera de un espectáculo de fantástica energía cuando cada hoja de hierba, cada flor y cada enredadera, en busca del sol, del color y de la vida, se hacen un camino en la tierra- todo en silencio.

El hombre se enorgullece de sus inventos y computadoras, que ocupan tanto espacio en cuartos ruidosos y oficinas. Y sin embargo, la mente humana, que posee algo mucho más grande que un banco de memoria, es tan callada que nadie sino Dios la escucha razonar y decidir el curso de su vida.

Día y noche trabajan los gigantescos generadores que producen toda la electricidad necesaria para iluminar varias ciudades. Y sin embargo, cada día, la mitad del mundo se ilumina desde temprano al salir el sol envuelto en dorado resplandor - en hermoso silencio.

Las máquinas inventadas por el hombre para llevar a cabo las tareas que él no puede realizar son pesadas, grandes y ruidosas. Pero las células nerviosas del cerebro que crea esas máquinas pesan menos de la mitad de una onza, son microscópicas- y absolutamente silenciosas en su operación.

Dios trabaja silenciosamente; Su gracia es silenciosa e imperceptible; Su poder vivificante es silencioso; Su providencia es silenciosa; los milagros que realiza diariamente en la creación son silenciosos; Su poderosa mano, al guiar los destinos de los hombres y las naciones, también es   silenciosa; 

Su presencia, que nos rodea como el aire que respiramos, es silenciosa.
Es en el alma que nos parecemos a Él, de modo que debe ser en el alma donde se realiza nuestra unión con Dios, como Espíritu.

El Espíritu Santo, cuya presencia es tan silenciosa por ser interior, ve nuestros pensamientos, oye nuestros suspiros y cumple nuestros deseos. 

El aliento mismo de Dios respira dentro de nosotros, que somos sus templos vivos. Mueve nuestra voluntad pero nunca interfiere con su libertad. Corrige nuestras debilidades con amable persuasión e inspira en el pensamiento santos deseos y obras llenas de celo.

Él procede del Padre y del Hijo, y toca nuestras almas con un rayo de luz que ilumina nuestras mentes, aumenta nuestra fe, anima nuestra esperanza y pone fuego a nuestra débil caridad. Los buenos pensamientos que tenemos no son sino simples susurros de Su voz amable; nuestra conciencia: el aguijón de Su guía; nuestros deseos de santidad: la chispa de Su amor; la fortaleza de   nuestras almas: el poder de su omnipotencia. Llena nuestras almas de bondad, paz, amor, gozo, amabilidad y misericordia.

Con suaves pensamientos de peligro nos advierte de las ocasiones de pecado. Nos infunde deseos de establecer metas y de trabajar por el Reino. Nos susurra palabras de amor para que podamos hablar con el Padre, y actos de heroísmo para ser realizadas en nombre del Hijo.

Nos vigila cuando dormimos y pone nuestros pies sobre el suelo al comienzo del nuevo día. Mientras no lo echemos fuera de nosotros con el pecado, Él vive en nuestras almas para infundirnos un espíritu de amor que nosotros no podríamos ni siquiera soñar.
Fuimos creados para amar, pero Él nos transforma en amor al hacernos como Él es, y nos hace posible parecernos cada vez más a Jesús en pensamiento y en obra.

Lo que a nosotros nos corresponde en la obra de nuestra propia santificación es permitirle actuar en nosotros con toda libertad, entregarle nuestra voluntad para que la suya se cumpla en nosotros y darle nuestro corazón para que Él lo utilice para amar. 

Él, y sólo Él, puede hacer que Jesús dé fruto en nuestros corazones. Él, y sólo Él, puede otorgarnos la gracia, puesto que sólo Dios puede entregar a Dios a los hombres. Su Espíritu piensa con nuestro pensamiento y respira con nuestro aliento, porque Su deleite es estar con los hijos de los hombres.

Él sabe que está de visita en nuestra casa, como un amigo; nunca dispone de nosotros a su antojo. Viene a nosotros en el bautismo y permanece en nosotros con Sus dones mientras nosotros así lo queramos. Nuestra voluntad es la única que puede echarlo fuera, cuando nos preferimos a nosotros mismos y al pecado más que a Él. Dios y el enemigo no pueden convivir en la misma casa al mismo tiempo. El ruido y la confusión del pecado y del egoísmo ahoga Su voz y lo ahuyenta.

De los tres huéspedes silenciosos, el Espíritu Santo es el más callado, porque Su trabajo consiste en cambiarnos, santificarnos y transformarnos. Por su misma naturaleza se trata de un trabajo oculto, de modo que no interfiera con nuestra voluntad, nuestra personalidad, nuestros talentos y nuestros deseos.

Si no sintonizamos Su presencia silenciosa acabaremos pensando que nosotros somos los que nos santificamos a nosotros mismos- así de oculta, callada y suave es Su obra en nosotros. Pero si educamos el oído para escuchar Sus murmullos silenciosos, pronto nos percataremos de cuán poderoso y amante es Él en nosotros.

 Él es quien arranca los velos de la imperfección que ocultan la presencia de Jesús en nuestro prójimo. Obrando en nosotros, Su amor sale en busca de las necesidades de nuestro vecino. Su fuerza nos da valor para pelear contra el enemigo, el mundo y nosotros mismos, de modo que podamos 
"revestirnos de la mente de Cristo".

Es Él quien nos enseña a amar con amor desinteresado, hasta la muerte. Es Él quien inspira en nuestros débiles cuerpos un espíritu nuevo, un corazón nuevo y una mente nueva.
Cuando leemos la Escritura, Su presencia ilumina lo que antes estaba en la oscuridad.

Cuando estamos en pecado, Su voz nos inspira pensamientos de arrepentimiento.
Cuando nos sentimos incapaces de amar, Él envía una chispa de Su fuego para calentar nuestros corazones congelados.

La vida en ese lugar secreto
El cristiano genuino vive en una atmósfera de oración. Para él la oración no es un simple ejercicio espiritual al que se dedica ocasionalmente; es una forma de vida. Hay veces que recita oraciones, cuando pide lo que le hace falta. Pero la mayor parte del tiempo la pasa preparándose a vivir en Dios así como Dios vive en él.

Su alma se eleva hacia Dios como el incienso, dejándose envolver por la nube de Su presencia, que todo lo rodea.
Un cristiano no se esfuerza por encontrar a Dios del modo como alguien busca un objeto perdido. 
Basta con que a cada momento se haga más consciente de lo que ya posee: Su amorosa presencia.

Un cristiano es un realista que no teme el sufrimiento, ni el dolor, ni la persecución, porque no tiene que soportar nada solo. No busca riquezas ni pobreza, pues sabe que ambos vienen de Dios y ambos pueden estar al servicio de Su gloria y del bien del Reino.
Tiene un corazón libre- para amar a amigos y enemigos por igual- porque su único objetivo es ser como Su Padre.

Tiene una mente libre porque cree en los misterios de Dios con humilde aceptación y se deleita en su grandeza y variedad.
Su voluntad es libre y su único deseo es unirse a Dios

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jueves, 28 de junio de 2012

¿Permite Dios las tentaciones?


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¿Es algo que podemos evitar?

Conoce el origen y las causas de las tentaciones para luchar efectivamente contra ellas.

No todas las tentaciones nos vienen del demonio; muchas nos vienen del mundo que nos rodea, incluso de amigos y conocidos. 

Otras provienen de fuerzas interiores, profundamente arraigadas en nosotros, qué llamamos pasiones, fuerzas imperfectamente controladas y, a menudo, rebeldes, que son resultado del pecado original. 


Pero, sea cual fuere el origen de la tentación, sabemos que, si queremos, siempre podremos vencerla: 


"fiel es Dios, dice San Pablo, que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas" 
(I Cor. 10,13).

¿Cuál es entonces el motivo por el que Dios permite que seamos tentados? Porque precisamente venciendo la tentación adquirimos méritos delante de Él; porque las tentaciones encontradas y venidas nos llevan a crecer en santidad. 


La frase de San Pablo que acabamos de citar termina así: "sino que de la misma tentación Dios os hará sacar provecho" (ib). Tendría poco mérito ser bueno si fuera fácil. Los grandes santos no fueron hombres y mujeres sin tentaciones; en la mayoría de los casos las sufrieron tremendas, y se santificaron venciéndolas.

Es claro que no podemos ganar en estas batallas nosotros solos. Contamos con la ayuda de Dios para reforzar nuestra debilitada voluntad. "Sin Mí, no podéis hacer nada" nos dice el Señor.

Su ayuda, su gracia, está a nuestra disposición en ilimitada abundancia, si la deseamos, si la buscamos. La confesión frecuente, la comunión y la oración habituales (especialmente a la hora de la tentación) nos harán inmunes a la tentación, si ponemos lo que está de nuestra parte. 


Sin embargo, sería tentar a Dios esperar que Él lo haga todo. Si no evitamos peligros innecesarios si, en la medida que podamos, no evitamos las circunstancias -las personas, lugares o cosas que puedan inducirnos a tentación-, no estamos cumpliendo por nuestra parte. Si imprudentemente nos ponemos en peligro.

El demonio no sólo trata de dañarnos con las tentaciones, a veces pretende causar estragos con la posesión diabólica. En los últimos años se ha puesto de moda en argumentos cinematográficos el tema de la posesión diabólica que ciertamente existe, como queda de manifiesto en la Biblia y en la continua experiencia de la Iglesia. 


En ella, el diablo penetra en el cuerpo de una persona y controla sus actividades físicas: su palabra, sus movimientos, sus acciones. Pero el diablo no puede controlar su alma; la libertad del alma humana queda inviolada, y ni todos los demonios del infierno pueden forzarla. En la posesión diabólica el individuo pierde el control de sus acciones físicas, que pasan a un poder más fuerte, el del diablo. Lo que el cuerpo haga, lo hace el diablo, no ese individuo.


La Liturgia prescribe un rito especial para expulsar un demonio de una persona posesa, al cual se llama exorcismo. En ese rito el Cuerpo Místico de Cristo acude a su Cabeza, Jesús mismo, para que rompa la influencia del demonio sobre dicha persona. 


La función de exorcista es propia de todo sacerdote, pero no puede ejercerla oficialmente a no ser con permiso oficial del obispo, y siempre que una cuidadosa investigación haya demostrado que es un caso auténtico de posesión y no una simple enfermedad mental. El obispo debe seleccionar para este delicado Oficio a un sacerdote especialmente docto y santo, y ayudarlo de cerca con numerosas cautelas. No se puede jugar con el diablo, ni tomárselo a broma, ni buscar "emociones fuertes" cerca de su presencia. 


Es demasiado triste -y demasiado peligrosa- su realidad y su acción. Por eso, tampoco es prudente escuchar discos de música diabólica, ver películas u obras teatrales que se refieran a temas satánicos. 

Existe la obligación de no tomar parte ni como espectador ni como escucha; si al diablo, imprudentemente y con ligereza, se le invoca, seguramente por ahí andará.
La Guardia Personal

Siempre ha sido bueno para un hombre verse acompañado de quienes aspiran a los más nobles ideales y tienen gran talento. Su papel en la vida se empobrece si sólo trata a gente igual o inferior a él. Se enriquece, en cambio, si se relaciona con aquellos de quienes puede aprender alguna cosa, imitar en algo, emular en algo. 


Por ello, si no frecuenta la compañía de los ángeles, ha prescindido de una relación que podía haberle trasmitido esperanza, hacerle sentir orgulloso de pertenecer a la gran familia de los seres inteligentes, de la cual es el más modesto miembro, y darle confianza en sus esfuerzos, haciéndole saber que no está sólo.

Tal vez sea este el secreto del universal atractivo que los ángeles han ejercido siempre sobre el hombre. 


En el mundo angélico, el alma humana se siente a gusto, en su casa, como no lo puede estar en un mundo inferior; allí encuentra el común Lenguaje del espíritu, la rápida comprensión, la fácil simpatía e incuestionable ayuda que le permite ser él mismo y sentirse relajado y tranquilo. Porque lo mejor del hombre reside en el mundo del espíritu.

Que cada hombre tiene un ángel de la guarda personal no es materia de fe, pero sí algo creído comúnmente por todos los católicos. 


Aun cuando esta verdad no se encuentra explícitamente definida en la Escritura, y la Iglesia no la ha definido como dogma, la sostiene toda ella, tanto en el Magisterio como en el sentido universal de los fieles, que se apoya en la misma Escritura tal como ha sido entendida por la Tradición de la Iglesia.

Santo Tomás de Aquino aporta junto a otros muchos datos de conveniencia, dos de enorme sentido común. ¿Quién necesita guardia o protección?, preguntan. Por una parte, el que está débil o enfermo. Por otra, quien tiene enemigos más poderosos que Él. 


Luego del pecado, nuestra naturaleza humana quedó enferma y débil para la práctica del bien. Necesitamos, pues, quien nos cuide. Y tenemos (como cada día lo constatamos más claro en la sociedad moderna) la tremenda presencia de seres superiores que, con inteligencia preclara, están empeñados en dar muerte a nuestras almas.

Sí, en el mundo de los hombres, en su corazón, hay espacio suficiente para unos seres que no ocupan lugar.


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miércoles, 27 de junio de 2012

Los ángeles custodios tienen la misión de ayudar a cada hombre a alcanzar su fin sobrenatural,...Son nuestros intercesores, nuestros custodios, y nos prestan su ayuda cuando los invocamos.


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Jesús, a veces no es fácil perdonar, olvidar el daño que otro me ha hecho. No me refiero a simples fallos, errores o malos entendidos. Me refiero a los que positivamente han ido a hacerme daño o a dejarme mal; a los que han ido a fastidiar a sabiendas, o que -pudiendo- no han hecho nada por evitarme un disgusto. « ¡De acuerdo!, lo admito: esa persona se ha portado mal.» Pero Tú me has enseñado con tu vida y con tu muerte a perdonar. Muchas veces el odio procede de la ignorancia: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» 
(Lucas 23, 34).



«Y al orar no empleéis muchas palabras como los gentiles, que se figuran que por su locuacidad van a ser escuchados. No seáis, pues, como ellos; porque bien sabe vuestro Padre de qué tenéis necesidad antes de que se lo pidáis. 



Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Pues si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre Celestial Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros pecados.» (Mateo 6, 7-15) 


 Jesús, hoy me enseñas el Padrenuestro, la oración más repetida por los cristianos de todos los tiempos. Tú quieres que aprendamos de Ti a hacer oración, a dirigirnos a Dios, y a tratarle como el que es: mi Padre. 



Un Padre Todopoderoso y de sabiduría infinita. Por eso me dices: «bien sabe vuestro Padre de qué tenéis necesidad antes de que se lo pidáis». Dios mío, Tú me conoces perfectamente, sabes lo que necesito en cada momento, pero quieres que te lo pida en la oración.

«Padre nuestro que estás en tos Cielos,» sé que también estas en mi alma en gracia y en el sagrario. Estás cerca de mí: estás dentro de mí. ¿Trato de tenerte presente a lo largo del día, ofreciéndote todo lo que hago?

«Santificado sea tu nombre.» ¿Qué puedo hacer yo para que tu nombre sea más conocido y más amado? ¿Qué ejemplo doy entre mis amigos, yo que llevo el nombre de tu Hijo, el nombre de cristiano?

«Venga tu reino:» -el reino de la paz entre los pueblos y entre las personas; -el reino del amor y del servicio; -el reino de la justicia, de la misericordia y de la solidaridad. ¿Cómo empiezo yo creando ese reino a mí alrededor?

«Hágase tu voluntad, así en lo tierra como en el cielo.» ¿Qué quieres que haga? ¿Estoy buscando hacer mi voluntad o la tuya? ¿Son mis objetivos acordes con lo que Tú esperas de mí?

 De acuerdo!, lo admito: esa persona se ha portado mal; su conducta es reprobable e indigna; no demuestra categoría ninguna. -¡Merece humanamente todo el desprecio!, has añadido. -Insisto, te comprendo, pero no comparto tu última afirmación; esa vida mezquina es sagrada: ¡Cristo ha muerto para redimirla! Si Él no la despreció, ¿cómo puedes atreverte tú? (Surco.- 760).

«El pan nuestro de cada día dánosle hoy.» «Orad como si todo dependiese de Dios y trabajad como si todo dependiese de vosotros». Una vez hecho nuestro trabajo, el alimento viene a ser un don del Padre; es bueno pedírselo y darle gracias por él Este es el sentido de la bendición de la mesa en una familia cristiana» «Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores».

Jesús, a veces no es fácil perdonar, olvidar el daño que otro me ha hecho. No me refiero a simples fallos, errores o malos entendidos. Me refiero a los que positivamente han ido a hacerme daño o a dejarme mal; a los que han ido a fastidiar a sabiendas, o que -pudiendo- no han hecho nada por evitarme un disgusto. « ¡De acuerdo!, lo admito: esa persona se ha portado mal.» Pero Tú me has enseñado con tu vida y con tu muerte a perdonar. Muchas veces el odio procede de la ignorancia: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lucas 23, 34).

Esa otra persona puede haber tenido una educación muy distinta a la mía; y sobretodo, Tú has muerto por ella. Si Él no la despreció, ¿cómo puedes atreverte tú? «Pues si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre Celestial» Jesús, ayúdame a imitarte a la hora de saber perdonar a los demás. Sólo entonces podré pedirte perdón por tantos pecados y faltas de amor a Ti que he cometido y cometo. Y no me dejes caer en la tentación cualquiera que sea. Yo, por mi parte, intentaré no ponerme nunca en ocasión de pecar. 



San Mateo termina la narración de las tentaciones de nuestro Señor con este versículo: Entonces lo dejó el diablo, y los ángeles vinieron y le servían (Mateo 4, 11). Es doctrina común que todos los hombres, bautizados o no, tienen su Ángel Custodio. Su misión comienza en el momento de la concepción de cada hombre y se prolonga hasta el momento de su muerte.

San Juan Crisóstomo afirma que todos los ángeles custodios concurrirán al juicio universal para "dar testimonio ellos mismos del ministerio que ejercieron por orden de Dios para la salvación de cada hombre"  



En los Hechos de los Apóstoles encontramos numerosos pasajes en que se manifiesta la intervención de estos santos ángeles, y también la confianza con que eran tratados por los primeros cristianos (5, 19-20; 8, 26; 10, 3-6). 


Nosotros hemos de tratarles con la misma confianza, y nos asombraremos muchas veces del auxilio que nos prestan, para vencer en la lucha contra los enemigos.


 Los ángeles custodios tienen la misión de ayudar a cada hombre a alcanzar su fin sobrenatural, por lo tanto, los auxilian contra todas las tentaciones y peligros, y traen a su corazón buenas inspiraciones. Son nuestros intercesores, nuestros custodios, y nos prestan su ayuda cuando los invocamos.

Nuestro Ángel Custodio nos puede prestar también ayudas materiales, si son convenientes para nuestro fin sobrenatural o para el de los demás. 



No tengamos reparo en pedirle su favor en las pequeñas cosas materiales que necesitamos cada día, como por ejemplo, encontrar estacionamiento para el coche. Especialmente pueden colaborar con nosotros en el trato de las personas que nos rodean y en el apostolado.

Hemos de tratarle como a un entrañable amigo; él siempre está en vela y dispuesto a prestarnos su concurso, si se lo pedimos. Y al final de la vida, nuestro Ángel nos acompañará ante el tribunal de Dios.


 Para que nuestro Ángel nos preste su ayuda es necesario darle a conocer, de alguna manera, nuestras intenciones y deseos, puesto que no puede leer el interior de la conciencia como Dios. Basta con que le hablemos mentalmente para que nos entienda, o incluso para que llegue a deducir lo que no somos capaces de expresar. Por eso debemos tener un trato de amistad con él; y tenerle veneración, puesto que a la vez que está con nosotros, está siempre en la presencia de Dios. 

Hoy le pedimos a la Virgen, Regina Angelorum, que nos enseñe a tratar a nuestro Ángel, particularmente en esta Cuaresma. 


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martes, 26 de junio de 2012

La Predestinación

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01 - Dios nos creo, sin nuestro consentimiento, nos lleva de este mundo sin nuestro consentimiento por consiguiente todos los sucesos de nuestra vida en el plazo que dure, tienen una Predestinación,  debemos aceptarla según los planes de Dios. 

02 -  La predestinación, se debe entender como Voluntad de Dios y solo son Felices los que la aceptan gustosamente.

03 - Lo que le corresponde al hombre, del mundo en su caminar durante el tiempo que Dios estableció antes de su creación, es y solo sera corresponder a esa Voluntad Divina,  solo se logra cumpliendo las leyes de la creación, que son solo una cosa,

El "Bien absoluto", hacia  la creación misma, la humanidad propia de cada persona, además que  retornar en pensamientos, obras y en espíritu y con todas nuestras fuerzas hacia la fuente misma donde partimos algún  día....  
de " Dios"

04 - Libre albedrío"Tesoro que Dios nos otorgo",sera entonces por voluntad propia del ser humano y sin ninguna clase de presión interna o externa corresponder al proyecto divino de la creación y de la nuestra, y es continuar de manera absoluta en la 
co - creación del mundo en cualquier forma, pero solo siguiendo las leyes absolutas de la creación que son la base de ella misma.

"No olvidar nunca somos coocreadores, continuamos con la obra creadora hasta el final de los tiempos"

05 - Todo lo que se aparte del proyecto divino, de sus leyes, y vaya en contra de la creación misma en cualquier forma se deberá tomar como no proveniente de Dios mismo, y solo corresponderá a los planes del hombre, y de los ángeles caídos y sus insinuaciones, por consiguiente, la predestinación de nuestras vidas corresponde en parte al camino correcto que elijamos en la toma de decisiones frente  a los demás, el mundo y nuestra salvación de lo que aceptemos por verdades absolutas.dadas por el creador y sus leyes desde el inicio de la creación.

06. -  La base de la creación absoluta, corresponde al bien mismo en todo su sentido, (Amor), todo gira en torno ha ello.

Como consejo iluminado nuestras decisiones deben ser encaminadas siempre y tendrán éxito y prosperidad, cuando se identifique con el bien mismo, hacia  nosotros mismos y a nuestros semejantes, a la creación y constituirán  así una alabanza al padre,  así con ello lograremos continuar con la obra creadora
finalidad de la creación).

07 -  En el plano material existe el tiempo, la materia, el espacio y demás, "El plano espiritual se carece de estos elementos", dados por el creador por ello cuando se  menciona final de los tiempos, gran aviso, salvación , conversión,regreso a la fuente "Dios " para Dios, no hay limites para ello y podrá ser mañana, en años o millones de ellos. 

Hay que tener en cuenta que Dios en su amor infinito y providente y supremo de todas las cosas, quiere solo el bien de cada cosa o elemento de la creación (Y del hombre mismo), por ello Dios le da el tiempo y le manda los medios necesarios para su regreso a la fuente misma de donde partió. ( Dios )

Entendiendo lo anterior Dios, no estará nunca detrás del hombre para mirar donde  no cumple su mandato o Voluntad, mas bien esta siempre enviándole las señales o avisos, (ayudas)"la Gracia" de cualquier forma para que retorne por su propio albedrío a la fuente misma de donde partió. 

Solo necesita nuestro consentimiento

( Dios todo lo realiza por Amor y misericordia y conociendo lo débil y limitado y poco evolucionado del hombre,   sabedor de su estado indefenso  a las insinuaciones o tentaciones de los miles de ángeles caídos que andan por el mundo material para impedir que ello se realice )

08 - Para un hijo de Dios, por humilde que sea, o con conocimiento material o de Dios mismo, solo le corresponde tratar por todos los medios cumplir con el mandato para lo cual fue creado.

Solo lo logra, cuando en algún momento de su vida personal o de la historia de pueblos o Naciones  se pregunte,

¿ El porque de la creación y del creador ?

 ¿ Cual fue y sera su fin, el del creador?

 ¿  Para que me creo ?.

¿ Como debo ser feliz según mis planes
 y los de Dios ?

 ¿ Por que no soy Feliz.?

09 - El único objetivo de Dios al crearnos fue,  y sera por siempre el que fuéramos Felices durante toda nuestra existencia,  que disfrutáramos de las delicias de la creación misma, si hasta ahora no lo hemos logrado sera porque no hemos aceptado, o hemos  cumplido su voluntad y sus leyes las  la creación desde su inicio.

10 - Debemos empezar entonces por aceptar en lo mas profundo de nuestro ser  al creador y su creación, después identificar sus mandatos y leyes Universales de la creación,  "el Bien absoluto" a toda la creación incluido al hombre "

Y por ultimo empezar por todos los medios lícitos posibles a practicarlos en todos su sentido, cuando comencemos estaremos retornando poco a poco a la fuente misma de donde partimos y nos identificaremos con la predestinación de Dios desde su inicio y en conclusión seremos Felices.

No importa cuanto falte para ello, para Dios no existe el tiempo solo esta a la espera de que por libre albedrío algún día de nuestra vida le Digamos desde nuestro interior y con sinceridad absoluta, 
Abad Padre, 
Aquí estoy hágase en mi según tu Voluntad.


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Fuente: 

EL CAMINO HACIA DIOS

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