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jueves, 30 de enero de 2014

Foto y frases del Padre Pio..

Reza, espera y no te preocupes.
 La preocupación es inútil.

El ser tentado es signo de que el alma es muy grata al Señor.

Cuando el alma sufre y teme ofender a Dios, 
no le ofende y está muy lejos de pecar.

 Dios es misericordioso y escuchará tu oración... 
La oración es la mejor arma que tenemos;
es la llave al corazón de Dios.

 Debes hablarle a Jesús, no solo con tus labios
 sino con tu corazón. 
En realidad, en algunas ocasiones debes hablarle solo con el corazón... 

Solo quiero ser un fraile que reza... 

El tiempo transcurrido en glorificar a Dios y en cuidar la salud del alma, no será nunca tiempo perdido. 

No hay tiempo mejor empleado que el que se invierte en santificar el alma del prójimo. 

Una sola cosa es necesaria: 
consolar tu espíritu y amar a Dios.

Dulce es el yugo de Jesús, liviano su peso, por lo tanto,
 no demos lugar al enemigo para insinuarse en nuestro corazón y robarnos la paz. 

La clave de la perfección es el amor. 
Quien vive de amor, vive en Dios, pues Dios es amor, 
como dice el Apóstol. 

No amar es como herir a Dios en la pupila de Su ojo.
 ¿Hay algo mas delicado que la pupila? 

Haré más desde el Cielo, 
de lo que puedo hacer aquí en la Tierra. 

Cuando se pasa ante una imagen de la Virgen hay que decir:
 Te saludo, María. Saluda a Jesús de mi parte.

El demonio es como un perro rabioso atado a la cadena; 
no puede herir a nadie más allá de lo que le permite la cadena. 
Mantente, pues, lejos. 
Si te acercas demasiado, te atrapará.

El sufrimiento de los males físicos y morales es la ofrenda más digna que puedes hacer a aquel que nos ha salvado sufriendo.

Los ángeles sólo nos tienen envidia por una cosa:
 ellos no pueden sufrir por Dios. 

Sólo el sufrimiento nos permite decir con toda seguridad:

 Dios mío, mirad cómo os amo.

Salvar las almas orando siempre.

Con el estudio de los libros se busca a Dios;
 con la meditación se le encuentra.

¡Piensa siempre que Dios lo ve todo!

Es terrible la justicia de Dios. Pero no olvidemos que también su misericordia es infinita.

El ser tentado es signo de que el alma es muy grata al Señor.

Cuando el alma sufre y teme ofender a Dios, 
no le ofende y está muy lejos de pecar.


El Señor quiere que amemos el santo abandono, 
confiando plenamente en nuestro Padre Dios,
 sin dejar de poner, 
por otra parte, los medios que el caso requiera. 
Siempre recordemos la alabanza de Jesús a su Madre:

 "¡El que cumple la voluntad de mi Padre, ése ?
ésa- es mi madre"


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martes, 28 de enero de 2014

«Quien haga la Voluntad de Dios,...

...ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».
«Este es el secreto infalible 
insisto, del gozo y de la paz.» 

 Si nosotros queremos imitar a Cristo, 
nuestra actitud debe ser amar lo que Dios quiere, 
que entendámoslo o no, es siempre el camino que conduce al Cielo, 
el fin de nuestra vida. 

Él sólo desea nuestro bien. 

Dios manifiesta Su voluntad a través de los Mandamientos,
que son la expresión de todas las obligaciones 
y la norma práctica para que 
nuestra conducta esté dirigida a Dios. 


Jesús, sé que cuando te pregunto: 
¿qué quieres?,
 siempre me pides un poco más. 

Pero no me da miedo meterme en esta dinámica, 
porque también sé -lo tengo comprobado- 
que queriendo esos deseos tuyos soy feliz, 
con una felicidad y una paz que nada ni nadie 
me puede quitar. 

«Vienen su madre y sus hermanos y, quedándose fuera, enviaron a llamarlo. Y estaba sentada a su alrededor una muchedumbre, y le dicen: Mira, tu madre, tus hermanos y tus hermanas te buscan fuera. Y en respuesta, les dice: ¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor dice: Ved aquí a mi madre y mis hermanos. Porque quien haga la Voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.» (Marcos 3, 31-35) 


 Jesús, a primera vista parece una respuesta un poco dura, que no se merecen tu madre ni tus familiares («hermano», en arameo, es un término amplio que significa «familiar»). 

Pero, en el fondo, no es un reproche a su actitud, sino al contrario: es una alabanza de la que te sirves para dejar claro qué es lo realmente importante.

 «Quien haga la Voluntad de Dios, ése es mi hermano, 
mi hermana y mi madre».

Jesús, lo que realmente importa es hacer tu voluntad. 

«Para honrar a Dios, someteos enteramente a su voluntad y por nada creáis que le serviréis mejor de otro modo, pues no se le sirve nunca bien, sino cuando se le sirve como Él quiere» 

Si la Virgen es la persona más unida a Ti, la persona más santa, no lo es por su parentesco natural contigo, Jesús, sino por su fidelidad a la hora de cumplir la misión que le habías encargado: 

«He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra». (Lucas 1,38). 
Este frase anterior es realmente, otro  secreto infalible 

insisto, del gozo y de la paz. y de la verdadera Vida» 


Toda la vida de la Virgen estuvo marcada por este objetivo: hacer siempre y en todo la voluntad de Dios. Si quiero estar unido a Ti, si quiero de verdad ser cristiano, sólo tengo un camino: cumplir la  voluntad de Dios. 

Y para ello, el primer paso es buscar cada día, en cada acontecimiento, cuál es esa voluntad tuya: Jesús,
 ¿qué quieres que haga?; 
¿cómo quieres que haga esto?;
¿crees que debo hacer esto otro?; 
¿estoy haciendo las cosas como lo esperas de mí?;
¿qué otras cosas te gustaría que hiciera? 

 «Veo con meridiana claridad la fórmula, el secreto de la felicidad terrena y eternal: no conformarse solamente con la Voluntad de Dios, sino adherirse, identificarse, querer -en una palabra-, con un acto positivo de nuestra voluntad, la Voluntad divina. Este es el secreto infalible -insisto- del gozo y de la paz» 

Jesús, para conocer tu voluntad, he de hacer oración personal. No es suficiente con esas oraciones vocales que puedo rezar en grupo o en familia. 

Es una cosa entre dos: Tú y yo. Además, en algunos casos necesitaré la ayuda del director espiritual para concretar una inquietud, para saber cómo corresponder mejor a esa voluntad divina. Pero el compromiso es siempre contigo, no con el director espiritual. 

Jesús, sé que cuando te pregunto: ¿qué quieres?, siempre me pides un poco más.

 Pero no me da miedo meterme en esta dinámica, porque también sé -lo tengo comprobado- que queriendo esos deseos tuyos soy feliz, con una felicidad y una paz que nada ni nadie me puede quitar. «Este es el secreto infalible -insisto- del gozo y de la paz.» 

«Tu madre, tus hermanos y tus hermanas te buscan». Jesús, que te busque siempre, esté donde esté: con exámenes, con mucho trabajo, de vacaciones o en fin de semana. 

Que te busque en la oración y en la Eucaristía; que te busque en los demás, especialmente en los que más lo necesitan y en los que están más cerca. 

Tu madre, la Virgen, tuvo toda su vida esa actitud de búsqueda: intentó en cada momento servirte lo mejor posible, hacer tu voluntad. Por eso es la persona más santa, y por eso también es la persona más feliz. 

Ayúdame, madre, a imitarte en ese deseo de adherirse, identificarse, querer -en una palabra-,

con un acto positivo de nuestra voluntad, la Voluntad divina.


Todo el que haga la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre, respondió Jesús al que le avisaba que Su Madre le buscaba. 

Es la nueva familia de Cristo, con lazos más fuertes que los de la sangre, y a la que pertenece María en primer término, pues nadie cumplió jamás la voluntad divina con más amor y más hondura que Ella. 

Nosotros tenemos la inmensa alegría de poder pertenecer, con lazos más fuertes que los de la sangre, a la familia de Jesús, en la medida que cumplimos la voluntad divina. 


Hoy podemos examinar si deseamos cumplir siempre lo que Dios quiere de nosotros, en lo grande y en lo pequeño, en lo que es grato y en lo que nos desagrada, y pedir a Nuestra Señora que nos enseñe a amar esta santa voluntad en todos los acontecimientos, también en aquellos que nos cuesta entender o interpretar adecuadamente. 


 Si nosotros queremos imitar a Cristo, nuestra actitud debe ser amar lo que Dios quiere, que entendámoslo o no, es siempre el camino que conduce al Cielo, el fin de nuestra vida. 

Él sólo desea nuestro bien. 
Dios manifiesta Su voluntad a través de los Mandamientos que son la expresión de todas las obligaciones y la norma práctica para que nuestra conducta esté dirigida a Dios. 


Dios también se manifiesta a través de las indicaciones, consejos y Mandamientos de nuestra Madre la Iglesia; de los consejos recibidos en la dirección espiritual; de las obligaciones del propio  estado, y en aquellos sucesos que Él permite que pasen en nuestra Vida diaria. ojo a este tema.

 Hay una providencia oculta detrás de cada acontecimiento: todo está ordenado y dispuesto para que sirva al bien de todos. 

Obtendremos muchos frutos espirituales si nos acostumbramos a hacer actos de identificación con la voluntad de Dios en lo grande y en lo pequeño: 
"Jesús, lo que Tú quieras... yo lo amo".
ojo, Esta es La esencia de la Vida


Cuando veamos que Dios quiere algo de nosotros,
debemos hacerlo con prontitud y alegría. 

Porque muchos se rebelan cuando los proyectos del Señor no coinciden con los suyos; otros solamente se resignan como un simple doblegarse porque no hay otro remedio, sin amor. 

El Señor quiere que amemos el santo abandono, 
confiando plenamente en nuestro Padre Dios,
 sin dejar de poner, 
por otra parte, los medios que el caso requiera. 
Siempre recordemos la alabanza de Jesús a su Madre:


 "¡El que cumple la voluntad de mi Padre, ése ?
ésa- es mi madre"

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jueves, 23 de enero de 2014

Hace falta Re-cristianizar de verdad la Sociedad...

...Para ello, hace falta una nueva forma de propagar el Evangelio: en medio del mundo:
 viviendo Santamente 
-con ejemplaridad-
 la misma vida terrena de tantos y tantas; 
compartiendo ilusiones,
 sufrimientos y alegrías, pero con afán de servicio,
 con visión sobrenatural.



« (?) Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no se comportan conforme a la tradición de los antiguos, sino que comen el pan con las manos impuras? Él les respondió: Bien profetizó Isaías de vosotros los hipócritas, como está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está bien lejos de mí. En vano me dan culto, mientras enseñan doctrinas que son preceptos humanos. Abandonando el mandamiento de Dios, retenéis la tradición de los hombres. 


Y les decía: ¡Qué bien anuláis el mandamiento de Dios, para guardar vuestra tradición! Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y quien maldiga al padre o a la madre, sea reo de muerte. Vosotros, en cambio, decís: si dice un hombre al padre o a la madre, "lo que de mi parte pudieras recibir sea Corbán", que significa ofrenda, ya no le permitís hacer nada por el padre o por la madre; con ello anuláis la palabra de Dios por vuestra tradición, que vosotros mismos habéis establecido; y hacéis otras muchas cosas semejantes a éstas». (Marcos 7, 1-13) 

«Abandonando el mandamiento de Dios, 
retenéis la tradición de los hombres». 



Jesús, algunos cristianos no católicos han creído ver en este texto una prueba de que la Tradición en la Iglesia no tiene ningún valor, pues -dicen- no es más que «tradición de los hombres». 

Para ellos, la única fuente de revelación es la Biblia, y creen que lo que cada uno interpreta en la Biblia está inspirado por el Espíritu Santo. 


Jesús, aunque Tú me enseñas a querer a todos -y con más motivo si son cristianos-, quieres que defienda la verdadera fe. 


Para empezar, debo saber que aunque Tú rechazas las tradiciones de los fariseos, no rechazas las de la Iglesia, especialmente las que proceden directamente de Ti, como es la Eucaristía:
 «haced esto en memoria mía» (Lucas 22,19).

Además, en el Nuevo Testamento queda claro el valor de la Tradición y del magisterio de la Iglesia para los primeros cristianos. 


San Pablo escribe: «manteneos firmes y guardad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de palabra o por carta» (2 Tesalonicenses 2,15). 



Y San Pedro advierte que «ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia» (2 Pedro 1,20),

Pues «hay algunos puntos difíciles de entender que los ignorantes e inconscientes tergiversan lo mismo que las demás Escrituras para su propia perdición» (2 Pedro 3,16). 



 «Ya hace algunos años vi con claridad meridiana un 
criterio que será siempre válido: 

el ambiente de la sociedad, con su apartamiento de la fe y la moral cristianas, necesita una nueva forma de vivir y de propagar la verdad eterna del Evangelio: 
en la misma entraña de la sociedad, del mundo, los hijos de Dios han de brillar por sus virtudes como linternas en la oscuridad» 



«Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está bien lejos de mí». 

Jesús, aunque muchos pueblos mantienen ciertas tradiciones cristianas (como la Navidad), 
En realidad Nos hallamos muy lejos de Ti. 

Hace falta recristianizar de verdad la sociedad; y para ello, hace falta una nueva forma de propagar el Evangelio: en medio del mundo: viviendo santamente -con ejemplaridad- la misma vida terrena de tantos y tantas; compartiendo ilusiones, sufrimientos y alegrías, pero con afán de servicio, con visión sobrenatural. 

En la misma entraña de la sociedad, del mundo, los hijos de Dios han de brillar por sus virtudes como linternas en la oscuridad. Jesús, para brillar como esperas de mí e influir en el ambiente con mi vida cristiana, necesito virtudes: laboriosidad, generosidad, optimismo, fortaleza, justicia, sobriedad. Ayúdame para que no me canse en la lucha por adquirirlas.


A Dios le es tan grato el cumplimiento del Cuarto Mandamiento que lo adornó de incontables promesas de bendición: El que honra a su padre expía sus pecados; y cuando rece será escuchado. 

Y como el que atesora es el que honra a su madre. El que respeta a su padre tendrá larga vida (Eclesiastés 3, 4 - 5, 7). Santo Tomás de Aquino (Sobre el precepto de la caridad), enseña que la vida es larga cuando está llena, y esta plenitud no se mide por el tiempo, sino por las obras. 


El Cuarto Mandamiento, que es también de derecho natural, requiere de todos los hombres, la ayuda abnegada y llena de cariño a los padres, especialmente cuando son ancianos o están más necesitados . 


Dios paga con felicidad, ya en esta vida, a quien cumple con amor este mandamiento.porque es una de las más gratas obligaciones que el Señor nos ha dejado. 


El único que puede considerarse Padre en toda su plenitud es Dios, de quien deriva toda paternidad en el cielo y en la tierra (Efesios 3, 15). 
Nuestros padres, al engendrarnos, participaron de esa paternidad de Dios que se extiende a toda la Creación. En ellos vemos un reflejo del Creador, y al amarles y honrarles, en ellos estamos honrando y amando también al mismo Dios, como Padre. 

El amor a Dios tiene unos derechos absolutos, y a él deben subordinarse todos los amores humanos, incluyendo el de los padres. Son muchas manifestaciones del Cuarto Mandamiento: amándolos y respetándolos a nuestros padres; cuando pedimos a Dios por su felicidad, cuando los socorremos con lo necesario para su sustento y una vida digna, o cuando están enfermos; entonces debemos poner los medios para que reciban los Sacramentos. 
Y cuando una vez difuntos, cuidando sus funerales, las misas por su alma, y ejecutando fielmente su testamento


 El primer deber de los padres es amar a los hijos con amor verdadero, independientemente de sus cualidades, porque son sus hijos y porque son hijos de Dios. 

Su amor se manifestará en su esfuerzo para que en los hijos arraiguen las virtudes humanas y sean buenos cristianos.

 Los padres son administradores de un inmenso tesoro de Dios, por lo que deben ser ejemplares, especialmente en su amor a Cristo.

 Al terminar nuestra oración, ponemos a nuestra familia bajo la protección de la Virgen y de los Ángeles Custodios. 

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martes, 21 de enero de 2014

Curaciones y Milagros Misterio para los Hombres...

...Las Curaciones y los Milagros 
han sido un misterio para los hombres de todos los tiempos.

Para algunos, el fenómeno es aterrador; mientras que para otros es emocionante. 



Quizá resulta más común que sea aterrador dada la posibilidad de la decepción y el mal. 



Los enfermos que no son curados después de habérselo pedido al Padre,
 son amados por Él de una manera especial. 

Dios confía en que su fe no será sacudida mientras 
compartan una astilla de la Cruz de Su Hijo. 

Ellos son testigos del poder del Espíritu Santo y los débiles reciben por medio de Él el don de la fortaleza para soportar el peso de la Cruz. 

Irradian esperanza porque su aceptación y el crecimiento espiritual de sus almas les permiten crecer en su imagen de Cristo, 

así como también caminar siguiendo los pasos del Señor 
que los guía amorosamente.

"Benditos aquellos que han creído sin haber visto." 
(Jn. 20:29)

Las Curaciones y los Milagros 
han sido un misterio para los hombres de todos los tiempos.

Para algunos, el fenómeno es aterrador; mientras que para otros es emocionante. 

Quizá resulta más común que sea aterrador dada la posibilidad de la decepción y el mal. 

Cuando Dios le dio a Moisés el poder de realizar milagros, los magos y adivinos del faraón fueron capaces de repetir algunos de los mismos.

Se habla de prodigios fantásticos en tiempos paganos durante el periodo helénico y muchos milagros que fueron realizados por rabinos judíos y por los antiguos profetas. 

Elías evitó que cayera la lluvia durante tres años y medio. Elisha terminó con cuarenta y dos niños que se burlaban de él y lo llamaban "pelado".

Dios siempre hizo maravillas a través de sus profetas para incrementar la fe de su pueblo escogido o para corregir sus desobediencias. Sin embargo, Su enemigo ha imitado algunos de esos milagros para engañar a los fieles. 

Jesús nos advierte de ello cuando dice, "Falsos cristos y falsos profetas aparecerán y harán signos y portentos para engañar a los elegidos, si es que pueden hacerlo. Por lo tanto, deben estar alertas". (Mc, 13,23).

Jesús nos pide ser cautelosos pero no incrédulos. Se sintió profundamente golpeado cuando el padre de un endemoniado epiléptico le dijo, 
"'Si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos." ¿Si puedes? -replicó Jesús. 
"Todo es posible para aquel que tiene fe". 
Inmediatamente el padre del niño exclamó: 
"Tengo fe, ayuda a la poca fe que poseo" (Mc. 9,23) 

Qué distinto fue el grito del leproso cuando dijo a viva voz: "Señor, si quieres, sáname." Jesús extendió su mano y le dijo: 
"Claro que quiero, estás curado." (Mt. 8,1).

La diferencia entre aquellos dos hombres es que uno se maravillaba porque existía la posibilidad de ser curado y el otro se maravillaba porque sabía que Jesús lo curaría. 

El padre del endemoniado buscaba a cualquier persona que curase a su hijo. Intentó con los apóstoles, pero no le sirvió de nada.

Para Él, Jesús era simplemente una posibilidad más. El hombre no creía que se encontraba delante del Hijo de Dios. 

No sorprende por eso que Jesús haya dicho: "Hombres de poca fe, ¿cuánto más debo soportarlos? (Mc 9,19).

 El leproso, en cambio, creía que Jesús era el Hijo de Dios y su humildad le hizo pedir solamente ser curado.

Es extraño que alguien de poca fe pidiese ser curado, mientras que el leproso, que realmente creía que Jesús era de origen divino, humildemente hizo un pedido y esperó. 

La fe le dio al leproso la conciencia sobre la necesidad de la humildad. La escritura nos dice que el leproso: "se postró frente a Jesús" e hizo su pedido.

Este acto de humildad era el espíritu que Jesús buscaba. Su poder salía de sí y alcanzaba a aquellos que tenían alguna necesidad. 

Mientras más honda fuera la fe, más grande era la humildad. El centurión que le pide curar a su sirviente le dice a Jesús:

"Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero di una palabra y bastará para sanar a mi sirviente" (Mt. 8,8) 

Tampoco nos debe sorprender lo que dijo Jesús al responder: "En verdad no he encontrado en Israel fe como ésta." Este hermoso acto de confianza y abandono de sí por parte del centurión tocó el corazón de Jesús.

Este hombre creía que Jesús era el Hijo de Dios, tan poderoso que un acto de Su Voluntad podía realizar el milagro. El hombre esperó humildemente, 

"Sólo di una palabra", le dijo y todo estará bien

Jesús también se sorprendió con la fe de la mujer cananea. Ella gritaba en pos de Él, a pesar de la consternación de sus apóstoles, rogando por la liberación de su hija posesa. 

Al principio Jesús "no le contestó ni una palabra" como le recordaba a sus apóstoles ya que Él había sido enviado sólo para la casa de Israel. La mujer, sin embargo, no se sintió intimidada. 

Se puso de rodillas a sus pies en actitud suplicante. 
"Señor", le dijo "Ayúdame".

Él le contestó "No es justo que se tome la comida de los hijos y se la tire a los perros."
 En este punto cualquier persona orgullosa se hubiera retirado, indignada e insultada. Pero esta mujer pagana no lo hizo. Aceptaba su posición y contestó
 "Oh, sí Señor, pero incluso los perros pueden comer las sobras que caen de la mesa de su amo." 

Entonces el Señor le respondió "Mujer, tienes una gran fe. Que se haga lo que pides." (Mt. 15,21-28)

Dos paganos manifestaban una humilde sumisión a la voluntad y poder de Jesús, a quien consideraban de origen divino. En ambos casos Jesús los muestra como ejemplos de fe. 
Su necesidad e impotencia no les permite resistir con sus propias fuerzas y ambos esperaron humildemente para que Su poder hiciera todo por aquellos que amaban. Ninguno de ellos pidió algo para sí, sólo para otros.

Los milagros que Jesús realizó no fueron tanto signos de su misericordia sino de su linaje divino. Buscaban acrecentar la fe de quien recibía el don y del espectador del mismo. Fueron algo simbólico de la era mesiánica, la venida del reino y el poder del Espíritu. 

Cuando estos fines no se cumplían, Jesús no obraba milagros. Por esta razón hizo tan poco en su ciudad natal.

El conocimiento que los nazarenos tenían sobre Su vida oculta bloqueaba sus mentes al punto que la fe en su divinidad era imposible. 

Sus corazones estaban tan endurecidos que trataron de atraparlo como a un loco cuando Sus milagros fueron conocidos por ellos. Lo conocían sólo como el hijo del carpintero y los signos de su divinidad no eran aceptables. No respetaron su rol de Mesías y Salvador.

Como el padre del endemoniado, ellos no creían que fuera capaz de realizar milagros y por eso no le pedían curar a los enfermos. 

Esta terquedad de corazón les impedía tener la humilde paciencia que pide y espera en Su Voluntad -una voluntad que busca el bien de aquellos a quienes Dios ama.

Hoy en día, también nosotros debemos darnos cuenta de que la fe pide, humildemente espera y acepta los resultados sin duda alguna. La fe es el pedido, porque al pedir afirmamos que Jesús es el Señor. 

Sin embargo, la esperanza nos permite entender que sin importar la respuesta que obtengamos - sea esta sí o no - está dada siempre porque es lo mejor para nosotros. Así, el amor acepta con alegría lo que la Voluntad de Dios nos pide hacer.

Esta es la fe admirada, alabada y esperada por Jesús de parte de su pueblo elegido y ciertamente de parte de aquellos que Él ha redimido. La oración del cristiano siempre es respondida, ya que su oración nace de la fe y con ella puede obtener la humildad necesaria para mover las montañas de la duda. 

Nunca cuestione el amor de Dios cuando la respuesta es "no". La fe de los cristianos les permite ver el amor de Dios en todos los eventos de la vida.

No se preocupe consigo mismo o con el pasado. Cuando peque, pide perdón y sé que la misericordia de Dios perdona y olvida. 

A diferencia de las personas en el tiempo de Jesús, el cristiano no considera a la enfermedad ni al sufrimiento como resultado del pecado o del enemigo. Este concepto es una manera de aproximarse a ambas realidades, propia del Antiguo Testamento, pero no del Nuevo.

Los apóstoles estaban imbuidos del concepto del castigo hasta antes de Pentecostés. Podemos ver un cambio luego de este acontecimiento. 

Aunque algunos pecados originan enfermedades sociales y otros males, no podemos atribuir todas las enfermedades al pecado o al mal. "Para aquellos a quienes Dios ama, todas las cosas son para su bien."

Un día, Jesús caminaba y vio a un hombre que era ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: "Rabí, ¿quién pecó, este hombre o sus padres?, para que sea ciego de nacimiento. 

"Ni sus padres ni él." Jesús contestó "ha nacido ciego para que la obra de Dios se muestre en él." (Jn. 9,1-4).

Jesús nos está diciendo que ningún pecado del ciego o de sus padres es la causa de la aflicción de este hombre. El Padre ha permitido que este hombre nazca ciego debido a causas naturales o a alguna malformación congénita.

 Lo que aparecía como un mal, Dios lo vio y dijo: "Déjalo ser." Dios vio ambas cosas en la ceguera del hombre y en la curación que un día realizaría su hijo.

Pensar que el Padre dejó ciego al hombre desde su nacimiento con el expreso propósito que Su Hijo tuviera alguien a quien curar es una suposición monstruosa. La ceguera era sólo una muestra del amor de Dios, así como su curación.

¡Cuánto mal habrá experimentado este hombre debido a su ceguera! ¿No era acaso la ceguera una preparación para que su alma acepte a Jesús, el Señor?

Este hombre no tenía fe. No conocía a Jesús y nunca había oído de Él. El evangelio se explaya al enfatizar este hecho. Cuando la gente le preguntaba al ciego cómo había sido curado, él respondía diciéndoles que 

"El hombre llamado Jesús", lo había hecho.

Le preguntaban de donde era este hombre, pero ya Jesús se había ido. Sólo después de ser expulsado de la sinagoga se encontró con Jesús, quien había escuchado de su expulsión y lo encontró. Sólo en ese momento, la fe cobró vida.

"¿Crees en el Hijo del Hombre?,
 Jesús le preguntó. El que antes era ciego lo miro confundido y respondió: "Dime quien es para que pueda creer en Él. 

"Jesús le dijo "Lo estás viendo, te está hablando." Es ahora que este hombre recibe la vista más importante de todas -la vista espiritual. Sus ojos físicos veían a un hombre y ahora tenía la oportunidad de ver a Dios en ese hombre.

Su cura preparó sus sentidos para ver a los hombres, pero su alma fue elevada sobre ese nivel y ahora podía ver a Dios. "Señor, yo creo," le contestó a Jesús, 
"y lo adoró" (Jn.9, 35.39) El milagro estaba completo. 

El propósito de la curación había cerrado el círculo. El hombre sin fe había sido sanado para que, con la fe obtenida, se convirtiese en testigo para otros del poder de Jesús. ¡Es curioso como los fariseos, quienes veían, terminasen ciegos y que el hombre nacido ciego pudiese ver! 

¿Quiénes sufrían a causa del mal? Ciertamente, no el que había nacido ciego.

Existieron otros a quienes Jesús curó y carecían de fe. El hombre en el templo con la mano atrofiada no dudó al ponerse frente a Jesús para probarle. Conocedores de su compasión, los fariseos querían engatusarlo haciéndolo sanar en sábado. 

Luego de confrontarlos con su hipocresía, le dijo al hombre "Estira tu mano" y su mano estaba curada. Ni el hombre ni los que lo llevaron ante Jesús tenían fe. No se necesita tener mucha imaginación para creer que el hombre que fue curado ganó una profunda fe en Jesús.

Quizá el ejemplo clásico de curación de alguien que no tenía fe es el hombre de Betsaida. El particular incidente nos da también dos perspectivas. 
La primera, este hombre fue el único curado dentro de un gran grupo de personas. La segunda, este hombre ya se encontraba en Betsaida, sentado en la fuente esperando ser curado, ¡cinco o seis años antes del nacimiento de Cristo! 

La escritura nos dice que había tenido esta enfermedad por aproximadamente treinta o cuarenta años y Jesús tendría aproximadamente 32 años en ese entonces.

No, Jesús no curaba a todos. Hubo períodos, dice la escritura, en los que curaba a todos, en otros a muchos, y en este caso particular, sólo uno fue curado. 

Uno también se maravilla del hombre que Pedro y Juan curaron luego de Pentecostés. ¿Cuántas veces Jesús pasó delante de él y no lo curó? Este hombre que fue milagrosamente curado tenía más de 40 años (Hch. 4:22) Otra vez, un hombre mayor que Jesús -un hombre a quien Jesús vio una y otra vez y nunca curó.

De hecho, no existe registro alguno sobre curaciones durante su vida oculta que duró 30 años. Era el Dios-hombre al momento de su encarnación -así que tenía el poder que hacía falta. Su santidad era infinita, por lo que era la compasión personificada.

¿Por qué entonces no curó a nadie en esos 30 años? Evidentemente no era la Voluntad ni el tiempo del Padre y dado que Dios es amor, podemos asegurar que ningún dolor o sufrimiento es desperdiciado.

El Dios-hombre, que pidió a los apóstoles recoger todo el pan y el pescado que sobró, estará incluso más atento para que no se pierda ningún sufrimiento que experimentemos con Él y por Él. 

Jesús fue cuidadoso con sus curaciones porque con frecuencia un cuerpo sano se usa para pecar y no para glorificar a Dios. Tal vez esta es la razón por la que Pedro nos dice en su epístola que aquel que ha sufrido en el cuerpo ha roto con el pecado y está sujeto a la Voluntad de Dios. (1 Pedro 4,12).

Tan pronto como Jesús sanó al hombre enfermo en la fuente, el hombre recogió su túnica y se fue. Jesús desapareció entre la multitud y no le permitió al hombre siquiera tener una idea sobre la identidad de quien lo curó. 

Más tarde, Jesús se encontró con él en el templo y le dijo, "Ahora estás bien nuevamente, asegúrate de no volver a pecar.

" Jesús no le dijo que su enfermedad era el resultado de su pecado. Solamente le hizo notar que había recibido un gran favor de parte de Dios, su vida debía cambiar - era necesaria una conversión auténtica. 

La pérdida de su alma sería aun más desastrosa que la enfermedad previa.

Al examinar las curas que Jesús efectuó, en proporción al número de enfermos en Israel y el área de los alrededores al tiempo en que vivió entre nosotros, descubrimos que sanó a una pequeña porción de personas. Incluso sólo alimentó multitudes en dos ocasiones y en ambas se sintió decepcionado por su reacción. 

Miró tristemente a la multitud mientras lo seguían a Cafarnaún y dijo, "No me buscan porque han visto señales sino porque han comido todo el pan que querían comer." (Jn. 6:26) Jesús quería que sus milagros fueran signos de su divinidad y de la venida del Espíritu Santo.

 Estaban destinados a incrementar la fe, no a generar una utopía en la tierra.

Sus seguidores debían ver sus señales y creer; no debían utilizarlas para sus propósitos personales. Debían crecer en la fe y adherirse a la Voluntad del Padre y cargar con la cruz para instaurar el amor en medio de ellos. 

No debían utilizarlo ni a Él ni sus señales para el bienestar material o económico. Por esa razón, el Señor dice, "Muchos me dirán 'Señor, ¿No profetizamos en tu nombre, arrojamos demonios en tu nombre, hicimos milagros en tu nombre?' Entonces les diré: '¡Nunca los he conocido, alejaos de mí raza de víboras! (Mt. 7:23).

Hubo también otros milagros que Jesús realizó además de las curaciones de enfermos y de la liberación de espíritus. Estas proezas fueron realizadas con el mismo fin o propósito - incrementar la fe. La viuda de Naim no conocía a Jesús pero su corazón compasivo lloraba su pérdida.

¡Qué manera de crecer en la fe en Jesús cuando vio a su único hijo resucitar! Los distintos milagros sobre las aguas, tales como calmar la tormenta y caminar sobre las mismas, fueron hechos para incrementar la fe de sus apóstoles. 

En cada suceso en el que mostraban su falta de fe o su poca fe, el Señor los amonestaba. Incluso después de su resurrección, le impresionaba su incredulidad. A pesar de ellos, estos son los hombres que curaron enfermos y que sacaban a los demonios de los hombres.

Quería que sus apóstoles y Sus seguidores no cuestionaran jamás que era el Hijo de Dios. Quería que le pidiesen lo que fuera, sabiendo que tenía el poder para realizar milagros. 

Pero nunca, ni siquiera por un momento, quiso que le pidiesen algo al Padre. Nos dio el mejor ejemplo de ello en el Huerto de los Olivos. Pidió lo imposible y aceptó el "No" del Padre con coraje, amor y confianza.

Es debido al peligro de la presunción y a la tentación de perder la esperanza, que la Santa Madre Iglesia no cree en la "curación de fe".

"Esta es un intento de utilizar los poderes divinos como un agente curativo natural que solamente es entorpecido por la insuficiente confianza por parte del que sufre. 

Un católico no debe someterse a la curación de fe que ve al poder divino como el sirviente automático de actos calculados." (Enciclopedia Católica Vol. 4, pg. 215-216 McGraw Hill)
Podemos, humildemente, orar por lo que necesitamos, ya sea esto físico, material o temporal, sabiendo que nuestro Padre es Dios y es lo suficientemente poderosos para darnos lo que le pidamos, siempre y cuando sea para nuestro bien. 

La humildad nos permite admitir que no siempre sabemos en qué consiste nuestro bien.

La fe pide, sabiendo que el Padre nos escucha. La esperanza espera Su respuesta y el amor la acepta con alegría.

Una oración que no contiene estos tres elementos es frustrante y está llena de ansiedad. 

Una respuesta negativa es motivo de culpa e introspección, miedo y desesperanza. La insistencia de Jesús en realizar la Voluntad del Padre como el camino que lleva a la santidad abarca todos los aspectos de nuestra vida. 

Ninguna de las cosas que nos suceden está fuera de su Voluntad y todas están subordinadas a su infinita sabiduría, porque nos ama de manera infinita.

En la alegría y la pena, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, en el éxito y el fracaso, la Voluntad del Padre es la meta de la vida cristiana. 

Como Jesús, que entrega la vida entera con humilde sumisión a lo que el Padre permita u ordene. Él es libre y se encuentra en paz porque cumple la voluntad del Padre y brilla en Su Amor. No excusa las respuestas negativas del Padre concentrando su atención sobre sí mismo como la causa del sí o del no de Dios.

Dios ama y constantemente, en todo momento, está curando nuestras almas por medio del poder de Su Santo Espíritu. Hace esto porque es bueno y porque, al ser nosotros pecadores, necesitamos de su ayuda. 

Siempre nos provee de gracia y de las oportunidades para curar nuestras almas de modo que el Espíritu puede transformarlas en imágenes perfectas de Jesús (2 Cor. 3:18). Algunas veces esta curación se realiza en medio de la enfermedad, pena, dolor o tragedia; y otras veces se realiza en medio de la salud, de la alegría, el éxito y el consuelo. Sea lo que sea, Dios siempre está trabajando.

Los enfermos que no son curados después de habérselo pedido al Padre, son amados por Él de una manera especial. Dios confía en que su fe no será sacudida mientras compartan una astilla de la Cruz de Su Hijo. 

Ellos son testigos del poder del Espíritu Santo y los débiles reciben por medio de Él el don de la fortaleza para soportar el peso de la Cruz. Irradian esperanza porque su aceptación y el crecimiento espiritual de sus almas les permiten crecer en su imagen de Cristo, así como también caminar siguiendo los pasos del Señor que los guía amorosamente.

"Benditos aquellos que han creído sin haber visto." 
(Jn. 20:29)